Crítica «Inside Llewyn Davis»: El músico folk que no triunfó

A primera vista, Inside Llewyn Davis podría parecer el retorno a la comedia de los hermanos Coen: la película arranca como una divertida aproximación a la protoescena folk que funcionó en el Greenwich Village de Nueva York a finales de los cincuenta y principios de los sesenta, cuando los cantautores que recuperaban canciones populares todavía no se habían puesto de moda, tocaban en tugurios y dormían en cualquier sofá que les ofreciera algún amigo o familiar. El protagonista encarna a uno de esos músicos que se empeñaron en cantar folk justo antes de que Bob Dylan popularizara el género. Los Coen han trazado el personaje de Llewyn Davis a partir de rasgos de otros músicos como el propio Dylan o Phil Ochs, pero sobre todo se han inspirado (sin pretender hacer un biopic) en la figura Dake Van Ronk y sus memorias The Mayor of MacDougal Street.

Los Coen retratan esa escena incipiente pero aún marginal en unos Estados Unidos donde llevar barba todavía era considerado una excentricidad. Para ello recuperan una serie de temas de la época que son interpretados en directo por los diferentes personajes del film, desde el Davis que encarna Oscar Isaac hasta esos trasuntos de Peter, Paul and Mary que son su pareja de amigos Jim and Jean (Justin Timberlake y Carey Mulligan) pasando por un desfile de personajes variopintos a cual más freak.

En un film con el sentido del humor particularmente afilado, la mirada hacia algunos de los músicos resulta especialmente punzante (el grupo coral formado por cuatro hermanos irlandeses vestidos con jerséis de Aran, la arpista obesa…), como sincero es el homenaje que rinden a la música que interpretan.

Bajo la apariencia de comedia musical, los Coen vuelven a firmar otra de sus obras negras. Inside Llewyn Davis es ante todo la historia de un perdedor contemplada, una vez más, desde una perspectiva fatalista. Davis no solo empieza a tocar en el momento equivocado sino que incluso parece esquivar las posibilidades de éxito, como cuando renuncia a los derechos de autor de un tema que lo acabará petando. Su vida personal no resulta mucho mejor: mantiene una relación tormentosa con su amiga Jean, una cantante malcarada y lenguaraz que hace unos años hubiera encarnado Frances McDormand y aquí interpreta una Carey Mulligan a la que sienta muy bien este cambio de registro (en las antípodas de la cursi protagonista de El gran Gatsby). Y la escena en que Davis canta ante su padre resulta el momento más patético que vive el protagonista.

Como en su otro film musical O Brother, Where Are Thou?, los hermanos cineastas vuelven a inspirarse en La Odisea para la estructura del film: Davis viaja de casa en casa y de bolo en bolo a la espera de encontrar su lugar en el mundo para acabar regresando al mismo punto del que partió. Como en Barton Fink, por momentos su vida toma visos pesadillescos, especialmente en su atribulado viaje a Chicago. Por mucho que lo intente, a Llewyn Davis el triunfo se le escapa de las manos como ese gato huidizo, de nombre Ulises, que intenta atrapar durante buena parte del metraje.